Julio 26 de 2023 – Publicado en La República
El viento es una fuerza natural que el ser humano ha aprovechado desde la antigüedad. En la mitología griega, encontramos que era el dios Eolo quien controlaba los vientos. En los mitos nórdicos, para los vikingos navegantes, era el dios Njörd y en la mitología mesoamericana era Ehécatl quien manejaba el viento y las lluvias.
Este elemento ha servido para mover desde pequeños molinos de bombeo de agua hasta los famosos gigantes inmortalizados en el Quijote y que aún hoy podemos encontrar en ese lugar de la Mancha llamado Campo de Criptana; estos han servido para moler grano y la producción de alimentos a una mayor escala.
Pero como fuente de energía eléctrica, no fue hasta 1887 que dos distintos tipos de turbinas eólicas fueron desarrolladas para autogeneración de electricidad, una en Escocia por el físico James Blyth y otra en Cleveland por Charles Brush, un inventor millonario. Ya en la década de 1920 se construyeron las primeras turbinas comercializables en Minnessota.
A pesar de lo anterior, no hubo mayor interés de desarrollar esta tecnología a gran escala hasta mucho después, pues esa nueva sociedad que estaba por nacer, necesitaba grandes cantidades energía, con mayor potencia, mejor eficiencia de conversión y suministro confiable, y eso se encontró en los hidrocarburos.
No fue hasta la disrupción en el sistema energético, que causó la crisis del petróleo de 1973, que se incentivó la financiación de programas gubernamentales para construir prototipos de turbinas eólicas en países como los del Reino Unido, Alemania y Estados Unidos, entre otros.
Hoy, luego de 50 años, y gracias a la inversión y desarrollo de empresas privadas y subsidios de gobierno posibles en parte, gracias a los consumidores y contribuyentes, la industria de la energía eólica no solamente es una realidad en el onshore (en tierra) y offshore (en mar), sino que es una de las promesas para lograr un futuro energético descarbonizado.
Según la Agencia Internacional de Energía Renovable – Irena, la energía eólica junto con la solar liderarán la descarbonización del sistema de generación de energía eléctrica a nivel global. Y estima esta misma entidad, que la generación eólica costa afuera y onshore generarían más del 35% del total de la demanda de electricidad mundial para el 2050.
Hay que resaltar que la innovación y el avance tecnológico han sido claves para el desarrollo de esta tecnología protagonista en el camino al net zero. Desde 1990 en Europa se está desarrollando y perfeccionando el desarrollo eólico costa afuera, una apuesta costosa que demandó enormes subsidios de los gobiernos europeos.
Hoy está en ebullición alrededor del mundo, Estados Unidos está aprendiendo de Europa y desarrollando a manos llenas proyectos alrededor de sus costas, en América Latina, son Brazil y México quienes llevan la parada y Colombia, tiene la intención de desarrollar proyectos pero con muchas dificultades en política pública y entorno.
Existe una oportunidad de que el país entre en la tendencia de grandes desarrollos eólicos, una industria que puede traer muchos beneficios para los colombianos, sin embargo, para atraer inversión, se requiere estabilidad jurídica, seguridad física y social, entre otras; condiciones que hagan atractivo a Colombia para esa recepción del capital requerido para cumplir esa promesa del viento.
Carolina Rojas Gómez
Estudiante del Executive Master of Management in Energy
BI Norweguian Business School