Abril 10 de 2023 – Publicado en La República
La más reciente crisis energética nos debería haber enseñado el costo de las malas decisiones. Es por eso que, y a pesar de que ya mucho se ha opinado sobre seguridad energética, insistiré en el tema haciendo uso de una anécdota poco conocida sobre innovación y energía que casualmente involucra a Francia, al Reino Unido y a un comerciante alemán.
Era finales del siglo XVIII la vida transcurría de manera lenta, y las actividades cotidianas usualmente cesaban una vez agotada la luz del día. La iluminación era realmente un lujo, y fue así como, antes de que se inventara la electricidad, el desarrollo de la luz de gas fue fundamental para el mejoramiento de las ciudades y la calidad de vida de sus ciudadanos.
Para esta época, dos científicos (sin conocerse), avanzaban en la experimientación con gas de coque que permitiría el desarrollo del alumbrado a gas. En el Reino Unido, William Murdoch adelantaba ensayos y pretendía venderle la idea a su empleador, Boulton & Watt, y por su lado el químico Phillipe Lebon probaba con diferentes mezclas de gas en Francia.
En el caso de Lebon, quien ya había hecho una exitosa demostración en 1799, el desarrollo de su invención se vió truncado por falta de interés. Fue el gobierno francés quien se negó a financiar un esquema de distribución para sus lámparas. En contraste, en el Reino Unido fue gracias a la inversión de la empresa privada que Murdoch avanzó con esta idea.
Al final, fue un comerciante alemán que había presenciado la demostración de Lebon y que posteriormente sí patentó la lámpara, quien instaló el primer alumbrado público en Londres, revolucionando la vida en la ciudad, pues una vez iluminadas con luz de gas, estas fueron más seguras, más limpias y activas sumándole horas de actividad a los días.
Si bien esta es una anécdota de muchas en la historia de la energía moderna, al conocerla, no pude evitar compararla con algunas decisiones de los últimos años. Lo primero que pensé fue en el caso del shale gas y shale oil en Europa y EEUU. El primero prohibiéndolo, generando dependencia de otros países y el segundo promoviéndolo recuperando su autosuficiencia.
Y es que la inacción también es una acción potente. Como en la Francia de Lebon, algunos países europeos no supieron leer el contexto y ver la oportunidad, y decidieron no invertir en una matriz energética diversa, sino que pusieron todos los huevos en la canasta de los recursos renovables, a pesar de que su demanda de combustibles fósiles no cedía.
Para suplir esta demanda de hidrocarburos, particularmente de gas, se confiaron de terceros, quedando a la merced geopolítica de un país como Rusia, que, en el momento de tensión, manejó su diplomacia con la llave del gas. Definitivamente hay decisiones políticas que atrasan, perjudican y parten la historia de los países en dos.
Que los gobiernos aborden de manera eficaz la seguridad energética, depende también de su responsabilidad con las generaciones presentes y futuras. La clave está en la diversificación de fuentes, acumulación de almacenamientos estratégicos (desarrollo de infraestructura), logística y transporte, así como en el manejo de crisis y emergencias. Y esto implica decisiones de inversión responsables y visionarias que no siempre están dispuestos a hacer.
La energía es fuente del bienestar que ha logrado alcanzar la humanidad, por eso, si los países tienen los recursos y la demanda continúa en un sentido, lo clave debe ser producirlos de manera sostenible, garantizando acceso confiable y autosuficiencia; ya lo decía sabiamente un exministro de energía colombiano “la energía más cara, es aquella que no se tiene.”
Carolina Rojas Gómez
Estudiante del Executive Master of Management in Energy
BI Norweguian Business School